La pasión de Fernando Enales es crear atmósferas. Interiorista por vocación, defiende desde su estudio Verno, de Bilbao, unos espacios concebidos como experiencias, y dotados de una personalidad que identifica no solo a quien los diseña, sino también a quien los habita. Para ello, desde hace tres décadas, Fernando comparte con sus clientes y colaboradores una visión de la profesión en la que las personas y sus ideas guían siempre el color, la textura y las luces de sus diseños. Porque cuando uno tiene clara su identidad, el trabajo de diseñar quizá tenga más que ver con escuchar que con ilustrar.
En un trabajo donde la creatividad juega un papel importante ¿Dónde encuentras inspiración para hacer tu trabajo?
Realmente en la parte creativa todo puede llegar a inspirar. A mí personalmente el cine me da mucho. Yo diseño en casa viendo series y películas. Normalmente son procesos muy tangenciales: de una pared roja puede surgir una idea diferente… Por otro lado nosotros dibujamos mucho, muchísimo, de lo cual el 80% creemos que no sirve, pero del restante nacen nuestros proyectos.
De ese proceso creativo, que supongo que se dividirá en diferentes fases de planteamiento, negociación con el cliente, ejecución… ¿Qué es lo que más le gusta de crear un proyecto?
Tener una idea y verla ejecutada es brutal. Creo que es imposible que nadie se dedique al interiorismo sin vocación porque es un trabajo muy complejo. El interiorismo tiene muchas fases, lo de poner una lámpara es anecdótico. El interiorista tiene que diseñar, trabajar con la parte técnica, administrativa, de certificación… Pero al fin y al cabo lo que te motiva es tener una idea, llevarla a cabo y que tu cliente tenga éxito con ella. Creo que, más allá de la satisfacción personal de un buen resultado que gusta, esa idea de que el cliente esté feliz y tenga éxito es lo que nos hace seguir trabajando.
Y en ese camino que recorre una idea desde su origen a la ejecución, ¿hay plena concordancia o por el contrario se suele transformar?
El proceso que siguen las ideas es una cuestión muy compleja, no te podría dar una respuesta muy concreta. Algunos proyectos premiados han surgido de dibujos que hemos hecho hablan- do por teléfono, y en cambio otros proyectos complejísimos no acaban de salir.
Lo que sí me gustaría resaltar es que cuando un promotor elige un estudio para colaborar, tra- baja en equipo y le deja hacer suele acabar en éxito rotundo, pero cuando ese promotor quiere controlar absolutamente todo el proceso, incluido el creativo, no suele terminar bien.
Todo el mundo ve necesario el trabajo del arquitecto pero no tanto el del diseña- dor de interiores, quizá es el que más se “disfruta o se sufre”. Desde tu perspectiva: ¿es igual de importante el diseño del interior que el del exterior?
El estudio lo fundamos en el año 90 y he visto una gran evolución respecto a esa idea. En el ámbito doméstico ahora la gente ve continuamente en las redes cómo vive otra gente, y quiere emular esos espacios. De alguna manera se percibe la necesidad de contratar a profesionales que puedan crear esas atmósferas, pues si bien una persona cualquiera puede admirarlas no sabe cómo llegar a ellas. En el ámbito profesional ya desde hace muchos años se aprecia la diferencia entre diseñar un interior de una manera amateur y hacerlo de una forma profesional.
Por otra parte, y sin quitar relevancia a la arquitectura, quizá el día a día y en el cortísimo espacio, tiene que ver más con el interiorismo que con la arquitectura. Podría decirse que la frontera final de lo que tu tocas es el interiorismo.
Los espacios que creáis, que son de muy diferente tipo, tienen que responder a identidades muy variadas, ¿Cómo se trabaja ese concepto a través del interiorismo?
En la cuestión identitaria encontramos dos variantes. La identidad del estudio y la identidad del cliente. Respecto a la relación con el cliente trabajamos escuchando. Lo que intentamos es escuchar mucho al cliente para ponernos en su lugar. Cuando es una empresa partimos siempre de la idea de cómo puede tener éxito, qué necesita. Y por otro lado, desde la parte más de usuario, trabajamos con la dramatización como si se tratara casi de un juego. Tú eres el que vende y yo soy el que compra: llego a tu local y, ¿qué veo?, ¿qué no veo?, ¿qué me llevo?…
Lo último es la parte estética, que muchas veces viene determinada por lo que necesita el mercado, o por supuesto los propios gustos del cliente o departamento. Todo este trabajo va enfocado a que el cliente se sienta identificado con el local que luego va a defender. Esto nos hace, en definitiva, un estudio muy ecléctico.
¿A nivel de materiales qué soléis utilizar?
Usamos todo tipo de materiales. Muchas veces incluso nos vemos condicionados por el precio de los productos a la hora de elegir, sobre todo últimamente. Cuando suben mu- cho los precios de unos materiales buscamos otras alternativas. El material que siempre está es la madera. Es un material que te da tanto… es dúctil y tan vernáculo que no tienes que explicarlo. La piedra también nos gusta mucho, aunque la colocamos menos. Hay otro material muy identitario en nuestro estudio que es el Heraklith, un material de viruta de madera con cemento que nos da mucho confort acústico, porque reduce la reverberación. Y por supuesto utilizamos la luz como si fuese otro material. Creo que la gente podría reconocer si un local es nuestro por la luz que tienen.
La luz al fin y al cabo es lo que te permite algo tan simple como ver el espacio… Hay muchos escultores que por ejemplo la utilizan para modelar formas. ¿En qué sentido utilizáis la luz en Verno?
Combinamos la luz directa con la indirecta y otra más ornamental. Utilizamos la luz sobre todo para crear atmósfera, eso lo resume todo.
¿Cómo definirías la relación entre interiorismo y arquitectura?
Desde mi punto de vista son dos disciplinas diferentes, sobre todo por el cambio de escala. Un arquitecto tiene que organizar espacios muy grandes. La construcción de pieles y circulaciones es más inherente a la arquitectura, mientras lo nuestro tiene más que ver con el corto espacio, el tema de combinación de materiales, sombras y luces…
Pero obviamente son dos disciplinas complementarias condenadas a entenderse, y la colaboración siempre da buenos resultados. En los últimos años además he notado un mayor acercamiento de la arquitectura al interiorismo, hay un respeto mucho mayor con respecto a hace 30 años.
Antes hacías referencia a los precios del material y a la necesidad de adaptarse. Hablando de presupuestos, ¿se puede hacer algo moderno o vanguardista sin grandes lujos?
Justo antes le decía a Óscar [Zandueta]: para mí esta sala de reuniones en la que estamos, que tiene una pintura acertada, un mueble con un color complementario y una luz bien puesta ya me parece lujo. El lujo tendría que ser accesible a todo el mundo porque tiene que ver con el gusto y con que los espacios te den lo que esperas de ellos. En el fondo creo que la vanguardia tiene algo que ver con sensaciones, no con un gran presupuesto.